Miriam Salinas, terapeuta experta en ansiedad alimentaria: "Si respondes que sí a la mayoría de estas afirmaciones, tal vez tengas un problema con tu cuerpo y la comida"
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Una serie de pensamientos y hábitos relacionados con la comida y la percepción corporal pueden ser indicios de un conflicto interno que muchas personas no identifican como tal. La terapeuta Miriam Salinas Gascón, especialista en ansiedad alimentaria, ha lanzado una advertencia que invita a la reflexión: “Si respondes que sí a la mayoría de estas afirmaciones, tal vez tengas un problema con tu cuerpo y la comida”.
La autora del libro Atrévete a comerte la vida, quien atravesó en primera persona un trastorno alimentario, ha recopilado en su cuenta de Instagram estas señales para ayudar a quienes viven atrapados en una relación complicada con la alimentación. No se trata de diagnósticos, pero sí de indicadores frecuentes en personas que sufren una fuerte presión mental en torno a lo que comen, cómo se ven o cómo se sienten tras comer.
Las señales de alertaEntre las afirmaciones que propone Salinas para detectar posibles señales de alerta, se incluyen preguntas como: “¿Pienso todo el día en comida, en lo que ya comí o voy a comer?”; “¿Cada vez que como estoy pensando en si eso estuvo 'bien' o 'mal' acorde a lo que siento que debería comer?”; o “¿La forma en la que veo mi cuerpo en la mañana define mi estado de ánimo el resto del día?”.
También plantea otras cuestiones frecuentes: “¿Si voy a salir a comer con mis amigos o familia suelo buscar cómo ‘compensarlo’?”, “¿He dicho que no a algunas salidas porque no cuadraban con lo que ‘debería’ comer?”, “¿Siento que si me salgo de mi plan de alimentación ya lo arruiné todo y ese día como todo lo que siempre me prohíbo?” o “¿Prefiero no comprar ciertas comidas porque si las tengo en casa no me puedo controlar?”.
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Para Salinas, muchas de estas respuestas reflejan patrones mentales que condicionan el día a día de miles de personas. “Esta rumiación constante puede ser una señal de que ocupa un espacio cognitivo desproporcionado, desviando recursos mentales de otras áreas de tu vida”, señala. Aplicar juicios morales a lo que se come —clasificándolo como “bueno” o “malo”— es, según la terapeuta, una distorsión cognitiva frecuente.
La relación con el cuerpo también ocupa un lugar clave en este tipo de dinámicas. “La percepción de uno mismo, a menudo influenciada por estándares externos, puede tener un impacto significativo en el estado de ánimo, la autoestima y el bienestar emocional”, subraya. El pensamiento de “todo o nada”, por el cual un pequeño desvío en la alimentación lleva a comer compulsivamente lo que se suele restringir, es otro ejemplo de cómo el control extremo deriva en malestar y culpa.
Evitar comidas fuera por miedo a romper con el plan alimentario también es una señal relevante. “Evitar situaciones sociales ligadas a la comida es un signo de que la rigidez alimentaria está afectando tu vida social y tu bienestar, priorizando la adherencia a un 'plan' por encima de la conexión humana y el disfrute”, afirma.
Respecto a la dificultad de tener ciertos productos en casa, la terapeuta recuerda que el problema no es el alimento en sí, sino la falta de herramientas para gestionar la relación con él: “Sentir que no puedes tener ciertos alimentos sin perder completamente el control puede indicar una falta de herramientas para gestionar la moderación y la flexibilidad”.
“Si la mayoría de tus respuestas fueron afirmativas... es un indicador importante”, subraya. Para muchas personas, estos comportamientos pueden enmarcarse en problemáticas como la preocupación excesiva por la comida, la ortorexia (fijación patológica por comer “sano”) o incluso en trastornos de la conducta alimentaria más complejos. “No estás solo en esto. La buena noticia es que todo puede mejorar”, concluye Salinas. Recomienda acudir a profesionales de salud mental con formación específica en comportamiento alimentario. “Mereces vivir una vida donde la comida sea fuente de nutrición y placer, no de constante ansiedad”.
El Confidencial